Mientras que jugaban, los niños presumían de lo que tenían sus padres:
- Mi pare tie un reló e plata.
- Y er mío, un cabayo.
- Y er mío, una ejcopeta.
Ellos mientras que hablaban se sentían como príncipes.
Reloj que levantará a la madrugada, escopetá que no matará el hambre, caballo que llevará a la miseria...
Mientras tanto la sobrina del Pájaro Verde, con voz débil, cantaba con voz entonadamente, cual una princesa: "Soy laaa viudita del Condeee Oréé...".
Juan Ramón decía: ¡Sí, sí! ¡Cantad, soñad niños pobres!
Pronto, al amanecer vuestra adolescencia, la primavera os asustará, como un mendigo, enmascarada de invierno.
¡Vamos, Platero...!
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