Título: Apolo y Dafne
Autor: Anónimo
Resumen: Hace mucho tiempo, cuando los dioses disputaban entre sí y las ninfas habitaban las frescas arboledas, ocurrió esta hermosa historia.
Apolo, dios del sol y de las artes, era un excelente arquero, capaz de abatir cualquier bestia salvaje con una sola flecha, el dios comenzó a comportarse de forma arrogante y a burlarse de Eros.
Eros era el dios del amor. Bajo su inocente apariencia de niño, se ocultaba el enorme poder de manejar caprichosamente los sentimientos de los demás. Él también llevaba un arco y unas flechas con los que rendía los corazones al fuego del amor.
Un día, las burlas de Apolo llegaron demasiado lejos, y Eros quiso imponer una venganza contra él.
Una mañana, siguiendo sus costumbre, Apolo salió a pasear por el bosque. No podía sospechar que Eros lo esperaba oculto entre los matorrales. Cuando el niño tuvo a Apolo a su alcance, le disparó una flecha. Era una flecha de madera de ciprés, con la punta de oro: la flecha del amor. Satisfecho, Eros se dirigió velozmente a un arroyo cercano. Allí se encontraba Dafne, la hermosa ninfa hija del río Peneo. El pequeño dios le disparó a la ninfa una flecha con la punta de bronce. Quienes resultaban heridos por ella rechazaban a los que se atrevían a amarlos. Así comenzó una historia de amor imposible.
Un día, Dafne recogía flores silvestres cuando Apolo, de repente, la vio. Él sintió que su corazón se agitaba e intentó acercarse a la ninfa para hablar con ella. Dafne, al advertir su presencia, se escondió entre los árboles.
Desde ese momento, una y otra vez, Apolo recorrió incansable el lugar donde había visto a Dafne. Ya no podía disfrutar con el frescor de las mañanas o los hermosos colores del atardecer, solo quería encontrar a la ninfa y declararle su amor. Muchas veces Apolo conseguía verla, pero ella siempre lo rehuía. Las flechas de Eros cumplían con su efecto.
Una mañana, mientras Dafne descansaba junto a un árbol, Apolo intentó acercarse sigilosamente. En cuanto ella se dio cuenta, echó a correr como otras veces. Apolo la persiguió entre los árboles, junto al claro camino, por la orilla del río... Dafne estaba agotada. Y, afligida por aquella situación que le obligaba a huir sin tregua, suplicó ayuda a su padre, el río Peneo. Dafne no había acabado de hablar cuando notó que sus pies se hacían pesados. Luego, se sintió atada a la tierra: le habían brotado raíces. Su piel se cubrió de una tierna corteza, los brazos se convirtieron en ramas y el pelo se le llenó de hojas alargadas de color verde oscuro... La ninfa se había convertido en un hermoso árbol , un esbelto laurel de frondosa copa.
Cuando Apolo llegó, aún pudo advertir en aquel árbol el alma de su amada y comprendió lo ocurrido. Llorando, abrazó el tronco del laurel.
Antes de marcharse tomó unas hojas de laurel y tejió una corona que se colocó sobre su cabeza.
Desde entonces, la corona de laurel ha acompañado las glorias de los héroes.
Opinión: A mí me ha gustado un poco, pero no me gustó que por un problema amoroso Dafne allá salido perjudicada convirtiéndose en un árbol.
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