miércoles, 4 de marzo de 2015

LAS TRES FLORES

Se llamaban Hortensia, Margarita y Rosa. Quizá por eso las
llamaban las tres flores.
Habían nacido el mismo día, con intervalos de minutos, y se
parecían muchísimo.
A las tres les gustaba la informática y las nuevas tecnologías.
Soñaban con ser grandes profesionales. No se les daban muy bien la costura.
En esto se parecían a mamá en todo, que era una artista de la
aguja y había montado un pequeño taller de costura. Lo hacía de
maravilla; cualquier trozo de tela lo convertía en una obra de arte.
Pero era un trabajo agotador en el que no contabilizaban las
horas. Después de que los dependientes y las dependientas
terminaran su trabajo, ella seguía preparando patrones y cosiendo
hasta bien entrada la noche.
A veces, los clientes y las clientas exigían demasiado, sobre
todo en puntualidad. Y llevaban razón, porque no se podía retrasar
una boda, ni la feria. Era entonces cuando mamá no conocía el
descanso y esto le pasaba últimamente con mucha frecuencia.

Aquella tarde, cuando llegaron a casa, ya se habían ido los
chicos y las chicas del taller. Fueron a saludar a mamá y a pedirle que hiciera flanes para la cena, cuando la encontraron dormida sobre un traje de fiesta que pasarían a recoger aquella misma tarde.
El primer impulso fue el de despertarla cuando se dieron
cuenta de su agotamiento.
Había ido acumulando cansancio tras largas noches sin dormir lo necesario y estaba rendida.
Hortensia dijo: 
- No hagamos ruido; dejémosla dormir.
A lo que Margarita añadió: 
- Pero ese vestido tenía que entregarlo esta tarde.
Intervino Rosa diciendo: 
- Ella no puede seguir trabajando, hagámoslo nosotras.
¿Cómo? No sabemos, contestaron a dúo Hortensia y
Margarita.
No sabemos pero podemos intentarlo, miremos a ver qué es lo
que falta.
Con mucho cuidado quitaron el vestido de las manos de
mamá, que ni siquiera notó la presencia de las niñas.
El vestido estaba casi acabado. Sólo le faltaba por coser un
volante y el dobladillo.
Esto no parece tan difícil, dijo Hortensia.
Pues yo lo veo muy complicado, añadió Margarita.

- ¿Y si lo intentamos? sugirió Rosa.
Margarita opinó que podían estropearlo y dijo que no contaran
con ella.
¿Pero es que no te das cuenta, Margarita, de que mamá no
puede terminarlo y vendrán a recogerlo esta tarde? Así es que ya
puedes coger una aguja y un dedal porque debemos ayudar las tres.
Como vieron que Margarita no estaba dispuesta a coser, le
dijeron sus hermanas:
- Está bien, no cosas, pero haz de maniquí. Tú te pones el
vestido y nosotras lo redondeamos.
Así lo hicieron. Margarita pronto se cansó de hacer de
maniquí y pidió una aguja. Se la dieron y ella también se puso a
coser.
Entre las tres terminaron el vestido aunque las puntadas
dejaban algo que desear.
Desde aquel día decidieron que, al menos un rato a la semana,
ayudaría en la costura a mamá para descargarla un poco de su trabajo.
Aprendieron a coser e incluso Margarita se convirtió en una
diseñadora de moda de fama internacional.

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